Portabilidad, Estanqueidad, Aislamiento Termico de una cubierta

Desde los mismos orígenes del hombre, la necesidad de resguardarse de las inclemencias climáticas ha estado íntimamente ligada con su evolución social.

La arquitectura (arte de proyectar edificios y otros ambientes habitables) nace y evoluciona por una necesidad básica de cobijo, al principio imitando a los animales refugiándose en cavernas o imitando a la naturaleza construyendo tiendas o cabañas.

Miles de años han pasado desde que los romanos desarrollaran la Tégula, pero desde aquella época hasta nuestros días siguen siendo tres los principios básicos a la hora de diseñas una cubierta:

1. Portabilidad: toda cubierta, así como su estructura ha de ser estable y resistente a las cargas previstas.
2. Estanqueidad al Agua, así como al vapor de agua.
3. Aislamiento térmico y acústico, dependiendo del uso del edificio.

Llegados a este punto, es elemental deducir que si en la proyección y posterior construcción de un edificio fallase alguno de estos tres principios básicos, quedaría gravemente en entredicho la razón primera por la que se realizó dicho hábitat que es cobijarse de las inclemencias.

En pleno siglo XXI, toda cubierta no solo ha de cumplir estos tres principios, sino que además puede y debe ser un elemento en el que la estética juegue su papel sin estar reñida con la funcionalidad.

El Código Técnico de la Edificación realiza una clasificación de los diferentes tipos de cubiertas, reduciéndolas a dos grandes tipos: Inclinadas o Planas.

Por cubierta plana se puede entender la que tiene ausencia de pendiente (aunque el nuevo CTE obliga a que la pendiente mínima sea de un 1%, a no ser que el fabricante del producto a utilizar garantice mediante un organismo de control acreditado la posibilidad de utilizar su producto en ausencia de pendiente).

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